Ya instalada en Tánger de forma definitiva, Helena se adentró en los asentamientos provisionales de los bosques que rodean Ceuta y Melilla y empezó a denunciar sin descanso las violaciones de derechos de aquellos que buscan cruzar, por tierra o por mar, una frontera que les permita alcanzar Europa. La primera llamada desde una patera la recibió en 2007: la embarcación se estaba hundiendo y uno de los que iban en ella tenía su teléfono. Helena avisó de inmediato a Salvamento Marítimo para que acudiera a rescatarles. Fue la primera de cientos de miles de llamadas y tuits alertando de pateras a la deriva para proteger la vida.
No es algo que fuera a salirle gratis. Una tarde, mientras volvía a su casa después de recoger a su hija del colegio, Helena se encontró con dos policías de paisano que la esperaban. Los tribunales marroquíes la acusaban de tráfico de inmigrantes y fomento de la inmigración ilegal. La causa, iniciada por un controvertido dosier de la policía española, puso en marcha un movimiento internacional de apoyo a Maleno e hizo evidente hasta qué punto las autoridades europeas están dispuestas a jugar sucio cuando se trata de proteger las fronteras. Y a costa de quien sea.